El hombre en busca de sentido, en cambio, es una mirada desde dentro de los campos de exterminio que nos acerca a las víctimas; un relato en primera persona, protagonista y también testigo.
Por Paola Celi. 21 marzo, 2023. Publicado en El Peruano, el 18 de marzo de 2023.Por lo general, cuando se habla del exterminio judío en la Segunda Guerra Mundial nos impactamos con los números, porque es atroz que hayan muerto millones de personas en uno de los episodios más trágicos de la historia de la humanidad. También se habla de técnicas de tortura y de pésimas e inimaginables condiciones de vida o de “subsistencia”. O, de los verdugos más famosos como el doctor Joseph Mengele. El hombre en busca de sentido, en cambio, es una mirada desde dentro de los campos de exterminio que nos acerca a las víctimas; un relato en primera persona, protagonista y también testigo.
A pesar del uso de la primera persona, en el prefacio, el autor Benigno Freire advierte que más que un libro autobiográfico, El hombre en busca de sentido es un texto de psicología: «Así lo declara Frankl, con rotundidad, desde el inicio. El libro procura “responder a la pregunta: ¿Cómo se veía afectada la psicología del prisionero por el día a día en un campo de concentración?”».
Lo cierto es que, se trata de un vivir en carne propia los tratos infrahumanos en la época de la Alemania nazi. En palabras de Viktor Frankl: «Alguien ajeno a los campos podría garantizar la distancia afectiva, pero la distancia misma le impediría conocer la realidad subjetiva de los hechos». Nos queda claro que no es un historiador que ha recopilado testimonios y ha investigado los hechos; él los ha vivido y nos los cuenta con la carga subjetiva del protagonista. Una subjetividad que se complementa con el análisis del mismo Frankl, que era psiquiatra, lo que explica la profundidad con la que describe sus experiencias.
La motivación que dio origen a este libro es una lección de vida en sí misma: contar las penas y los sufrimientos para superarlos. Según Benigno Freire, Viktor Frankl «comprendió que, en su interior, continuaba abierta la herida de la salvaje indignidad sufrida en el Lager. Debía cicatrizar con presteza. Eligió la catarsis como terapia. Para ello decidió refundir en un escrito las atrocidades vividas en el campo, suponiendo que al verbalizarlas liberaría su pesada carga emocional».
Frankl habla en su libro sobre el humor macabro ante una existencia ridícula y desnuda, la ilusión del indulto, el hambre, la apatía… En los campos de concentración, y en cualquier situación de sufrimiento extremo, la apatía es un escudo protector. Frankl describe que este sentimiento ayudó a muchos prisioneros a sobrevivir, de lo contrario, tendrían que haber padecido, tremendamente, por cada una de las aproximadamente seis muertes diarias, por los piojos que se pegaban al cuerpo, por las heridas de los pies, por la condición infrahumana de los enfermos de tifus: «La apatía, el principal síntoma de la segunda fase, actuaba como un mecanismo necesario de autodefensa. La realidad era atenuada y todos los esfuerzos y emociones se concentraban en una única tarea: la de conservar la propia vida y la de los amigos» (Viktor Frankl).
Estas y otras valiosas reflexiones relacionadas con el sentido y la superación del sufrimiento se pueden encontrar en este libro que considero atemporal y eterno, porque el hombre siempre está buscando el sentido de lo que le pasa: la muerte de un ser querido, un negocio que ha fracasado, una ruptura amorosa… La afirmación “ya no tiene sentido seguir viviendo” se da justamente cuando alguien no entiende el porqué de su dolor.
El hombre en busca de sentido es una lectura obligatoria para el ser humano de hoy, que está expuesto a grandes dosis de desesperanza, presión psicológica y violencia; esta última difundida sobremanera en los medios de comunicación y en las redes sociales.
¿Tiene sentido seguir viviendo si estoy sufriendo demasiado? ¿Hasta dónde llega la fortaleza del hombre? Creo que Viktor Frankl nos lo deja claro en la siguiente cita: «Si alguien nos hubiera preguntado si la afirmación de Dostoyevski que define al hombre como un ser que puede acostumbrarse a todo era cierta, habríamos contestado: “Sí, el hombre puede acostumbrarse a todo, pero no nos pregunte cómo lo hace”».
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.